Páginas

martes, 29 de abril de 2014

El Lyceum Club Femenino



En 1926, en el reinado de Alfonso XIII, durante la dictadura de Primo de Rivera, un centenar de mujeres de la burguesía ilustrada española fundó en Madrid el Lyceum Club Femenino, una asociación cultural feminista, destinada a defender la igualdad femenina y la plena incorporación de la mujer al mundo de la educación y del trabajo. Esta iniciativa provocó una reacción furibunda entre los medios conservadores dele época, que llegaron a reclamar en la prensa nada menos que la «reclusión [de las asociadas] como locas o como criminales». No obstante, el Lyceum Club de Madrid, a menudo despectivamente denominado «club de las maridas», siguió en activo durante los diez años siguientes, hasta la guerra. 
Integrantes de la junta del Lyceum Club Femenino (entre ellas, Clara Campoamor, Victoria Kent, Maria de Maeztu, Zenobia Camprubí...)

Origen del Lyceum Club
Su trayectoria se había iniciado a principios del siglo XX, en Londres. El origen del Lyceum Club está estrechamente vinculado a la escritora británica Constance Smedley-Atmfield (1881 - 1941), su fundadora. En 1903, Smedley se inscribió en el Writers' Club de Londres. 
Allí entró por primera vez en contacto con mujeres que desempeñaban un trabajo profesional remunerado, pero que se encontraban abrumadas por un sinfín de problemas. Muchas vivían en pensiones o en habitaciones realquiladas, muy precariamente. ¿Dónde reunirse para sostener una entrevista, cerrar un negocio u obtener un contrato? Bastaba con ser vista en cualquier local público en compañía masculina para que la reputación de una mujer se pusiera en entredicho... 
Constance Smedley, junto con un grupo de amigas, recaudó fondos, habilitó una casa como sede, y escogió el nombre, Lyceum, palabra que al parecer en aquellos momentos se usaba en Nueva York para designar el lugar donde se celebraban conferencias y debates. Para que las futuras socias pudieran agruparse según los intereses de cada una, decidieron abrir en el club secciones estables de ciencia, arte, literatura, música y cuestiones sociales, así como hospedar a socias visitantes. Por último, el 20 de junio de 1904, en el número 128 de Piccadilly St., se inauguró oficialmente el Lyceum Club de Londres. En el discurso de apertura, lady Frances Balfour, su primera presidenta, afirmó: «Hemos creado esta casa de la que nos sentimos orgullosas porque es una casa hecha por mujeres, habitada por mujeres y dirigida por mujeres». Al reseñar el acto, la prensa londinense mencionaba, entre otras, las adhesiones de Mrs. G. K. Chesterton, Mrs. G. B. Shaw y, dato curioso para nosotros, de doña Emilia Pardo Bazán. 

Por otro lado, la creación del Lyceum Club coincidía en Europa con una de las fases expansivas del movimiento sufragista y feminista. En poco tiempo, el Lyceum Club se hizo internacional: Constante Smedley misma inauguró en Berlín, en 1905, el segundo Lyceum Club; en 1906, se fundó el tercero en París; en 1913, en Bruselas; en 1914, en Nueva York; y así sucesivamente en Roma, Estocolmo, Milán, Florencia, La Haya, Innsbruck, Madrid, Barcelona, La Habana, etc. Ya desde 1908, Smedley y el grupo fundador estructuraron las relaciones internacionales de los Lyceum Club a través de una federación internacional, que reunía a todos los centros femeninos con esa denominación. Para respetar las creencias y opiniones de cada socia, el Lyceum Club se declaraba aconfesional y apolítico. La admisión como socia estaba restringida a mujeres que tuvieran en su activo trabajos literarios, artísticos o científicos, se distinguieran por su participación en obras sociales, o poseyeran títulos académicos. 


El espiritu del Lyceum Club en España

En Madrid, se celebró la asamblea constituyente del Lyceum Club Femenino en abril de 1926, en la calle de Miguel Ángel, 8, bajo la presidencia de María de Maeztu. En esta primera sesión se registraron ciento quince socias y se aprobaron los estatutos de Londres. Una comisión se encargó de buscar un local para el club; otra, de la traducción y la publicación del reglamento internacional, y todas las socias, en general, de recaudar fondos. Por fin, el 4 de noviembre de 1926 se inauguró en Madrid la primera sede del Lyceum Club, en la Casa de las Siete Chimeneas, de la calle de las Infantas, 31 (posteriormente, en la calle de San Marcos, 44). Si bien los cargos fueron renovándose, la primera junta estuvo formada por María de Maeztu, como presidenta; Victoria Kent e Isabel Oyárzabal, vicepresidentas; Amalia Galarraga, tesorera; Zenobia Camprubí, secretaria; y Helen Phipps, vicesecretaria. De la sección de literatura y de la biblioteca, se ocuparon respectivamente María Lejárraga y María Martos; de la sección de arte, Carmen Baroja; de la de ciencias, María Luisa Navarro; y de las relaciones internacionales, también Camprubí.


Los objetivos generales del Lyceum Club eran: defender los intereses morales y materiales de la mujer, desarrollando las iniciativas económicas, científicas y artísticas; fomentar el espíritu colectivo, facilitando así el intercambio de ideas y la compenetración de sentimientos; organizar obras de carácter social y celebrar sesiones, conferencias... 

Aunque en España la recepción del Lyceum Club fue mayoritariamente adversa, en 1927 casi se había quintuplicado el número de socias. Entre las incesantes actividades que desarrolló el Lyceum Club de Madrid acaso quepa destacar una de las menos conocidas, por su carácter interno: los cursillos y seminarios de derecho que impartieron las abogadas Victoria Kent, Matilde Huici y Clara Campoamor. Al aproximarse al derecho, las mujeres cobraron conciencia colectiva de sí mismas: descubrieron su situación en los códigos civil y penal, organizaron comisiones para estudiar y redactar reformas, y elevaron públicamente sus peticiones al gobierno. Por ejemplo: Supresión del artículo 57 del Código Civil: «El marido debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido», sustituyéndolo por este otro: «El marido y la mujer se deben protección y consideraciones mutuas». 


Supresión del artículo 438 del Código Penal: «El marido que sorprendiendo en adulterio a su mujer matase en el acto a ésta o al adúltero, o les causara lesiones graves, será castigado con la pena de destierro» (sic). 

Durante la Segunda República se aprobaron, no sin polémica, algunas de aquellas exigencias. Tal vez uno de los éxitos más resonantes del Lyceum fuera las conferencias y charlas, abiertas al público masculino y a los periodistas, previa invitación. Como relata Carmen Baroja en Recuerdos de una mujer de la generación del 98, sus memorias: «Todos se pirraban por el Lyceum. No hubo intelectual, médico o artista que no diera una [conferencia]; menos Benavente, que dijo que no quería hablar a tontas y a locas». En los años de la República, con el reconocimiento del derecho femenino al voto, se recrudeció la oposición conservadora contra el Lyceum Club. 


Para terminar, citaremos nuevamente a Carmen Baroja: «Durante la guerra, en el Lyceum había quedado todo intacto, no faltaba ni una cucharilla. Vinieron los nacionales y el señor, creo que Serrano Suñer, obligó a entregar todo a una delegada de Falange». Efectivamente, en [1939]], el Lyceum Club de Madrid fue «clausurado por causas políticas».
 (fuente:  HURTADO, Amparo: Lyceum club Femenino, en Enciclopedia Madrid S.XX)





Jose Antonio Marina: La conspiración de las lectoras, Anagrama, 2009.

domingo, 27 de abril de 2014

Efemérides: 27 de abril, nacimiento de Mary Wollstonecraft


Mary Wollstonecraft. Retrato hacia 1797.

Mary Wollstonecraft (27 de abril de 1759 - 10 de septiembre de 1797) fue una filósofa y escritora inglesa. Es una de las grandes figuras del mundo moderno. Escribió novelas, cuentos, ensayos, tratados, un relato de viaje y un libro de literatura infantil. En el ámbito anglosajón Mary ha sido minimizada y ridiculizada durante siglo y medio.
Resulta asombroso, no sólo por sus méritos sino por su fascinación como mujer del siglo XVIII que fue capaz de establecerse como escritora profesional e independiente en Londres, algo inusual para la época. Uno de sus ensayos Vindicación de los derechos de la mujer (1792), en el cual argumenta que las mujeres no son por naturaleza inferiores al hombre, sino que parecen serlo porque no reciben la misma educación, argumenta que hombres y mujeres deberían ser tratados como seres racionales e imagina un orden social basado en la razón. Estableció en él las bases del feminismo moderno y la convirtió en una de las mujeres más populares de Europa de la época.

Tanto por parte del público en general como de las feministas, la vida de Wollstonecraft ha sido objeto del mismo interés, si no mayor, que sus obras, debido a sus relaciones poco convencionales y a menudo tumultuosas. Tras dos romances malogrados con Henry Fuseli y Gilbert Imlay, Wollstonecraft se casó con el filósofo William Godwin, uno de los precursores del movimiento anarquista; con él tuvo una hija, Mary Shelley, autora de Frankenstein y esposa del conocido poeta romántico Percy Bysshe Shelley.
Wollstonecraft murió a la edad de treinta y ocho años debido a complicaciones derivadas del nacimiento de su hija, dejando tras ella varios manuscritos inacabados.

Hoy en día, Wollstonecraft está considerada una de las precursoras de la filosofía feminista. Su temprana defensa de la igualdad y sus ataques al feminismo convencional y a la degradación de la mujer fueron la antesala de la aparición del movimiento feminista. Sus ideas filosóficas y sus conflictos personales han sido considerados como importantes influencias en posteriores obras de feministas.



Vindicación de los derechos de la mujer (1792)

Primera edición impresa de Vindicación de los derechos de la mujer: críticas acerca de asuntos políticos y morales
Vindicación de los derechos de la mujer es una mezcla de géneros literarios —un tratado político, una guía de comportamiento y un tratado educacional. Con el fin de discutir la posición de la mujer en la sociedad, Wollstonecraft esboza las conexiones entre cuatro términos: derecho, razón, virtud y deber. Los derechos y deberes están completamente ligados para Wollstonecraft —si se tienen derechos cívicos también se tienen deberes cívicos. Tal y como ella comenta brevemente "sin derechos no puede haber ninguna obligación"
Uno de los principales argumentos de Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer es que las mujeres deberían ser educadas racionalmente, de modo que pudieran así contribuir a la sociedad. Wollstonecraft contesta así de forma mordaz a escritores como James Fordyce y John Gregory y filósofos educacionales como Jean-Jacques Rousseau, el cual sostiene que la mujer no necesita educación racional. (Rousseau, como es bien conocido, argumenta en Emilio (1762) que la mujer debería ser educada para el placer.) Contrariamente, Wollstonecraft mantiene que las esposas deberían ser las compañeras racionales de sus maridos. Apunta que si una sociedad decide dejar la educación de sus hijos a las mujeres, éstas deben estar bien educadas para poder pasar el conocimiento a la siguiente generación. Wollstonecraft declara que las mujeres son estúpidas y superficiales (las llama, por ejemplo, "spaniels" o "juguetes" en cierto momento), pero dice que no es debido a una deficiencia innata sino a que los hombres les han negado el acceso a la educación. Wollstonecraft está decidida a ilustrar las limitaciones que la falta de educación ha supuesto a las mujeres; poéticamente, escribe: "Enseñadas desde su infancia que la belleza es el cetro de las mujeres, la mente se amolda al cuerpo y, errante en su dorada jaula, sólo busca adornar su prisión." La implicación de esta afirmación es que, sin el daño ideológico que anima a las jóvenes desde temprana edad a centrar su atención en la belleza y las mejoras exteriores, las mujeres podrían lograr mucho más.

Puede ser objeto de debate hasta qué punto creía Wollstonecraft en la igualdad de mujeres y hombres; ciertamente no fue una feminista en el sentido moderno de la palabra (las palabras feminista y feminismo no existieron hasta después de 1890 ), ya que no pedía igualdad de derechos (por ejemplo no pedía el derecho al sufragio para las mujeres) en sus escritos. Declara que hombres y mujeres son iguales a los ojos de Dios y que están sujetos a las mismas leyes morales. En cualquier caso, las peticiones de igualdad contrastan con sus declaraciones acerca de la superioridad de la fuerza y el valor masculinos. Wollstonecraft mantiene, en la conocida y ambigua frase: "No se concluya que quiero invertir el orden de las cosas; ya he asegurado que, por su constitución, los hombres parecen diseñados por la Providencia para lograr un mayor grado de virtud. Hablo refiriéndome a este sexo en general; pero no veo motivo alguno para concluir que sus virtudes debieran diferir a causa de su naturaleza. De hecho, ¿cómo sería posible si la virtud es una constante eterna? Debo, por tanto, si razono consecuentemente, sostener tan enérgicamente que ellos siguen ese mismo fin como sostengo que Dios existe."

Una de las críticas más mordaces de Wollstonecraft en Vindicación de los derechos de la mujer es la que hace contra la falsa y excesiva sensibilidad, particularmente en las mujeres. Argumenta que las mujeres que sucumben a la sensibilidad son "movidas por cualquier ráfaga o sentimiento momentáneo" y debido a que son "presas de sus sentidos" no pueden pensar racionalmente. Y así, declara, no se perjudican sólo a sí mismas sino a toda la civilización: éstas no son mujeres que puedan ayudar a perfeccionar la civilización —una idea popular en el siglo XVIII— sino mujeres que colaboran en su destrucción. Wollstonecraft no defiende que la razón y los sentimientos debieran actuar independientemente; cree que deberían servirse la una a la otra.
Además de sus argumentos filosóficos más generales, Wollstonecraft traza un plan educacional específico. En el capítulo 12, "Sobre la educación nacional", sostiene que todos los niños deberían ser enviados a un "internado nacional" al mismo tiempo que se les da cierta educación en casa que "incentive el amor por el hogar y los placeres caseros." También mantiene que esta escolaridad debería ser mixta, ya que hombres y mujeres, cuyos matrimonios son los cimientos de la sociedad, deberían ser "educados según el mismo modelo".

Wollstonecraft dirige su texto a la clase media, a la cual llama "el estado más natural", y Vindicación de los derechos de la mujer está impregnado de la visión burguesa del mundo. Defiende la modestia y la diligencia y ataca la riqueza empleando el mismo lenguaje con el que acusa a las mujeres de falta de utilidad. De todos modos, no es una amiga incondicional de la pobreza; por ejemplo, en su plan nacional de educación sugiere que, después de los nueve años, los pobres deberían ser separados de los ricos y enseñados en otra escuela. 
(fuente: Mary Wollstonecraft en la Wikipedia)



Para saber más: 

Mary Wollstonecraft (Bio.com)

Contents of the Vindication of the Rights of Women 

El primer feminismo británico (Historiasdelsiglo20.org)

Wollstonecraft, la primera feminista (Publico.com)

Mary Wollstonecraft (Enciclopedia Británica)

Mary (Wollestonecraft) Shelley (Buscabiografias)





jueves, 24 de abril de 2014

La Princesse Rouge: La aristócrata que recogió la voz del pueblo

Ayer recibió el Premio Cervantes por su trayectoria literaria, pero además de periodista y escritora, Elena Poniatowska es una mujer comprometida con sus contemporanios y con su país.

Elena Poniatowska nació en París en 1932 y emigró a México a los diez años junto con su madre y su hermana Kitzia, quienes huían de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial. Su madre, Paula Amor de Ferreira Iturbe, fallecida en marzo de 2001 a los 92 años, fue mexicana afrancesada, cuyos antepasados abandonaron México después del fusilamiento de Maximiliano y la demencia de Carlota. Nacida en Francia, doña Paulette conoció a su futuro esposo, el príncipe Jean Evremont Poniatowski Sperry, durante un baile de la familia Rothschild en París y se casaron poco después, en 1922. Del matrimonio nacieron tres hijos: Elena, Kitzia y Jan, el más pequeño, fallecido en 1968 a los veintiún años, víctima de un accidente automovilístico.



Poniatowska comenzó su educación en Francia, donde su abuelo le dio sus primeras clases de francés y matemáticas. Al llegar a México continuó sus estudios de primaria en el Windsor School. Concluyó su educación formal en el Convento del Sagrado Corazón de Eden Hall en Torresdale, cerca de Filadelfia. Allí hizo el programa de “Academic Classes”: cuatro años de estudios generales, aparte de las requisitas clases de solfeo, baile, religión y buenos modales. Aunque sus profesores le aconsejaron que continuara sus estudios en Manhattanville College, debido a una devaluación en México, sus padres no pudieron financiar su educación universitaria y Elena regresó a México, tierra de volcanes y pirámides, haciendas y palacios, pero también de jacales y huaraches, pulque y huitlacoche.


De vuelta en México, Poniatowska estudió taquimecanografía para después trabajar como secretaria bilingüe, pero nunca hizo el bachillerato. Según ella, no se acercó a la universidad, ni de noche. Si bien es verdad que ha recibido varios doctorados honoris causa de universidades de México y del extranjero, la escritora señala que su educación superior fue poco tradicional: no asistió a la Universidad de La Salle, sino a la de “La Calle”. En cambio, sus entrevistados, entre los que figuran Alfonso Reyes, Luis Buñuel, Octavio Paz, Diego Rivera, Juan Rulfo, André Malraux y Rosario Castellanos, se convirtieron en los benévolos maestros de una joven siempre curiosa y, a veces, impertinente. 


Elena Poniatowska es autora de más de cuarenta libros que abarcan casi todos los géneros: entrevista, cuento, teatro, crónica, testimonio, novela, ensayo y biografía. A pesar de su extensa y variada obra literaria, es mejor conocida por sus entrevistas y libros de testimonio, géneros reinventados en México por ella. Como un enorme fresco verbal, en su conjunto forman un testimonio vasto y completo para entender la historia mexicana de las últimas cinco décadas. Poniatowska también se ha encargado de describir los acontecimientos que han marcado profundamente a México como nación y muestra excepcional se encuentra en La noche de Tlatelolco (1971), crónica colectiva del enfrentamiento entre estudiantes y soldados, constituida por un collage de voces que sirven al mismo tiempo de forma y contenido. Hasta no verte Jesús mío, novela neo-realista, es también testimonio, el de una mujer rezongona y admirable que luchó en la Revolución Mexicana y vivió más aventuras que el Periquillo Sarniento o la Pícara Justina.

Si bien Poniatowska ha disfrutado de un enorme éxito como periodista y escritora, siempre se ha sentido un poco abandonada por los círculos literarios de la élite. Como periodista, anduvo tras la noticia y por estar reporteando día y noche, nunca tuvo tiempo de participar en la sociedad literaria del momento. Además, desde muy joven empezó a creer que había que hacer libros útiles, libros para su país, lo cual hacía exclamar Carlos Fuentes: “Mira la pobrecita de la Poni, ya se va en su vochito a entrevistar al director del rastro”. Por lo visto, el precio de las cebollas y los jitomates, los desalojos y las invasiones de tierra, resultaron para ella mucho más importantes que los estados de ánimo o las vanguardias literarias del momento. Quizá por eso un día la autora declaró que algunos escritores la consideran “la cocinera, la barrendera, la criada que está limpiando los excusados de la gran casa de la literatura”.
Lectura del discurso, Pemio Cervantes 2013

Lejos de pertenecer al mundo que tanto le fascina, Poniatowska es descendiente del último rey de Polonia, Stanislas Augusto Poniatowski y del Mariscal de Francia, el príncipe Josef Ciolek Poniatowski. Su familia cuenta entre sus antepasados ilustres un arzobispo, un músico, y algunos escritores, incluyendo a la tía Pita, Guadalupe Amor, dueña absoluta del infierno. Gracias a su ascendencia, y debido a sus propias inclinaciones de izquierda, sus familiares europeos la bautizaron como la Princesse Rouge. 


Para saber más:






martes, 22 de abril de 2014

La carrera del siglo: Nelly Bly versus Elisabeth Bisland

Dos mujeres intrépidas, un país conmovido y una carrera alrededor del mundo que empezó el 14 de noviembre de 1889...


 El 14 de noviembre de 1889, Nely Bly, una joven y testaruda periodista que trabajaba en el periódico The World, de Joseph Pulitzer, dejó la ciudad de Nueva York a bordo de un barco de vapor con una clara intención: batir el récord del viaje más rápido alrededor del mundo.

 También ese día, aunque en tren y en dirección opuesta, salía Elizabeth Bisland, otra joven periodista de The Cosmopolitan con la misma intención. 
 
La ruta de Phileas Foog

Cada una de ellas estaba decidida a emular la hazaña de Phileas Fogg, el famoso personaje del libro de Julio Verne. La delirante carrera apasionó al país y cambiaría la vida de estas dos mujeres para siempre. Las dos protagonistas eran un puro contraste: Nelly Bly era una luchadora sagaz, una ambiciosa periodista de Pensilvania que buscaba noticias de lo más sensacionalistas para poner al descubierto la injusticia social. Por otro lado, Elizabeth Bisland, educada y elegante, había nacido en una familia aristocrática del sur, prefería la novela y la poesía a los periódicos y era conocida por su intensa belleza. Ambas, sin embargo, tenían algo en común: talento y un hueco en un mundo eminentemente masculino. 
¿Quién crees que ganó la carrera? ¿Cual de las dos fue la primera mujer en dar la vuelta al mundo? La respuesta correcta es...





Para saber más: 

Nellie Bly (Wikipedia)

Elizabeth Bisland (Wikipedia) 

The First Person to travel arround the world was... (The Travel Pop) 

Chi ha battuto Giulio Verne? (Xoomer.Virgilio.it) 

miércoles, 9 de abril de 2014

Margaret MacDonald, la rosa de Mackintosh

Margaret and Rennie
Muchas veces, en Historia del Arte, se da el caso que artistas que en su época fueron influyentes y muy valorados, hoy en dia sean completos desconocidos. Esto ocurre muchas más veces cuando la artista es una mujer. Hoy recuperamos la vida y la obra de Margaret MacDonald, artista escocesa cuyo trabajo del diseño se convirtió en uno de los rasgos definitorios de la "Glasgow Style" durante la década de 1890. Su obra influyó sobre grandes artistas contemporáneos. Pero aunque la historia la haya eclipsado detrás de la figura de su marido (Charles R. Mackintosh), des de aquí reivindico su vida, su obra y su legado.



“The White Rose and the Red” by Margaret MacDonald
Nacida Margaret MacDonald, en Tipton , cerca de Wolverhampton. En 1890 la familia se había establecido en Glasgow y Margaret y su hermana, Frances MacDonald, se inscribieron como estudiantes de la Escuela de Arte de Glasgow. Allí trabajó con una variedad de materiales, incluidos trabajos en metal, bordados y textiles. Ella fue primero colaboradora de su hermana, y más tarde de su marido, el arquitecto y diseñador Charles Rennie Mackintosh. Sus obras más dinámicas son grandes paneles de yeso hechos para interiores diseñados con Mackintosh, tales como salones de té y residencias privadas.

Junto con su esposo, su hermana, y MacNair Herbert, fue una  de las personas  más influyentes del colectivo de la Escuela de Glasgow conocido como "El Cuatro". Expuso con Mackintosh en el 1900 en la Secesión de Viena, donde fue sin duda una influencia para  Gustav Klimt y Josef Hoffmann.
The Opera of the Seas, 1915
Margaret Macdonald,  como su hermana, es una de las muchas esposas "marginadas" que ha sufrido la invisibilización  desde el discurso histórico  patriarcal del arte. Ella fue reconocida  en su tiempo por muchos de sus compañeros, incluyendo a su marido que una vez escribió en una carta a Margaret:
 
"Recuerda que eres la mitad si no las tres cuartas partes de toda mi arquitectura ...",  y se dice que "Margaret  es un genio,  yo sólo tengo talento ". 
 
Poster by Margaret with Frances, her sister, and Herbert MacNair c. 1895
No se sabe exactamente cuales de las obras conocidas como de Charles Rennie Mackintosh en las que Margaret estuvo involucrada (o la medida en que ella trabajaba en ellas), pero a ella se le atribuye ser una parte importante de los diseños de interiores simbólicos figurativos de su marido. Muchos de ellos fueron ejecutados en la primera parte del siglo XX, e incluyen el Boudoir Rose en la Exposición Internacional de Turín en 1903, los diseños para la Casa para un Amante del Arte en 1900, y los  de la Willow Tea Rooms en 1902.
The White and Rose Boudoir, 1902.

Lamentablemente, la mala salud de Margaret acorto su carrera, lo que sabemos es que no produjo ningún trabajo después de 1921. Ella murió en 1933, cinco años después de su marido.
(fuente: Heroínas) 
 
 
 

lunes, 7 de abril de 2014

Rose Valland: la Generala del Arte



La reciente película protagonizada por George Clooney, Monument Men, ha dado a conocer al público, la historia de los expolios culturales y artísticos que fueron perpetrados por los nazis. Pero la recuperación de la mayoría de estas obras artísticas, tuvo su germen en la labor que realizó, Rose Valland. Esta experta en Bellas Artes, que trabajaba en en Jeu de Paume en el momento de la invasión, fue la persona que la clave para la recuperación de las obras expoliadas.
Rose Valland
En 1932 ingresó como asistente sin sueldo en el Museo de las Escuelas Extranjeras Contemporáneas, con sede en el Jeu de Paume. Allí, a las órdenes del conservador André Dézarrois, participaría en la organización de diversas exposiciones y contribuiría a sus catálogos, a la vez que ejercía como crítica.


Su carrera se desarrollaba, a todas luces, en un ritmo ascendente y cualquiera habría presagiado para la muchacha un futuro brillante. Sin embargo, todo se trastoca, en septiembre de 1938, cuando Dézarrois causa baja por enfermedad y Jacques Jaujard, subdirector de los Museos Nacionales y de la Escuela del Louvre, encarga a Rose Valland la seguridad de las colecciones. Cuando un año más tarde Francia declara la guerra a Alemania, Rose ha puesto a buen recaudo todos los fondos, enviando una tercera parte a Chambord y escondiendo el resto en los sótanos, de modo que, cuando los alemanes entran en París en junio de 1940, el Jeu de Paume no era más que un edificio vacío ocupado por una frágil mujer de pelo corto y anteojos redondos.

Los invasores pensaron que era un sitio idóneo para instalar la sede del ERR (Ensatzstab Reichsleiter Rosenberg), la organización cultural del partido nazi que tenía como objetivo, por una parte, la destrucción de toda creación artística considerada aberrante y, por otro, la expropiación de todas las obras de arte de los países sometidos y de las colecciones de familias judías, francmasónicas u hostiles al Reich. Así, durante los cuatro años que duró la ocupación, las salas del museo se convertirían en un almacén por el que fueron pasando miles de objetos artísticos antes de ser trasladados a los destinos que se les decretaban: los museos alemanes o las colecciones privadas de los dirigentes nazis.
Los hombres de la ERR actuaban en París con impunidad absoluta y el propio Goering visitó el lugar en diversas ocasiones para llevarse trenes repletos de cuadros, esculturas y cerámicas. Pero los expoliadores no contaban con Rose Valland. Ella acudía cada día a su puesto de trabajo con el propósito de tomar nota de cada pieza que pasaba por el Jeu de Paume, indicando tanto su origen como el lugar al que era trasladado. Se llevaba a casa por las noches documentos que restituía por la mañana después de copiarlos; recuperaba de las papeleras los papeles de calco que habían empleado los ocupantes; consiguió fotografiar a cada uno de ellos. Sabía alemán, de modo que comprendía todas las conversaciones, pero además aprendió a descifrar sus códigos secretos.
Generalas del arte. La historiadora Rose Valland, espía fundamental en la conjura, y la especialista Edith Standen posan junto a parte del botín recobrado, antes de que las piezas fueran devueltas a Francia, en mayo de 1946. Edith sostiene una pieza asiria.

Al mismo tiempo que acumulaba miles de fichas y centenares de miles de datos, trasladaba sus informes a Jaujard, a la resistencia y a los aliados. Sin proponérselo, Valland se había convertido en algo parecido a una espía.

En agosto logró enviar a sus contactos en la resistencia una serie de informes gracias a los cuales pudieron detener en la estación de Aulnay sous Bois el último tren de obras de arte que la ERR pretendía hacer salir de París.
Rieles y mármol. Rescate de la escultura de Miguel Angel “Madonna de Burgos” (1503), en la mina de Altaussee, 1945.
Cuando el 26 de agosto de 1944 se produce la liberación de París, la misión de Rose Valland no termina. Las miles de notas que había ido acumulando sirven en primera instancia para que los aliados eviten el bombardeo de los lugares a los que las obras expoliadas han sido trasladadas. Luego, cuando en noviembre de ese mismo año se crea la Comisión de Recuperación Artística, Rose es nombrada Secretaria. Hasta 1949, su función será seguir, ya en Alemania, el itinerario de los convoyes que ella había descrito en sus fichas y recuperar el mayor número de obras posible. Se calcula en unas 60.000 las que la comisión pudo encontrar y en unas 45.000 las restituidas a sus propietarios legítimos en 1950.
Libro testimonio de Rosa Valland
Desde 1952 y hasta su jubilación en 1967, Rose Valland ocupó el puesto de conservadora en los Museos Nacionales y fue distinguida con numerosas condecoraciones internacionales. Luego, con su habitual discreción, aquella mujer reservada y frágil a quien la historia había convertido en heroína, se fue retirando de la vida pública y dedicó sus últimos años a seguir organizando sus miles de anotaciones.

Cuando Valland murió en septiembre de 1980, apenas si era ya conocida por el gran público.




Para saber más:


La dame du Jeu de Paume (en Centre Pompidu)

Restitution and Closure, Rose Valland

Qui connaît Rose Valland?

Salvando los tesoros en la línia de fuego 

Rose Valland: Pictures & Records 

MFAA (Monuments, Fine Arts, and Archives) Section The Monuments Men