En
1926, en el reinado de Alfonso XIII,
durante la dictadura de Primo de Rivera, un centenar de mujeres de la burguesía
ilustrada española fundó en Madrid el Lyceum Club Femenino, una
asociación cultural feminista, destinada a defender la igualdad femenina y la
plena incorporación de la mujer al mundo de la educación y del trabajo. Esta
iniciativa provocó una reacción furibunda entre los medios conservadores dele
época, que llegaron a reclamar en la prensa nada menos que la «reclusión [de
las asociadas] como locas o como criminales». No obstante, el Lyceum Club de
Madrid, a menudo despectivamente denominado «club de las maridas», siguió en
activo durante los diez años siguientes, hasta la guerra.
Integrantes de la junta del Lyceum Club Femenino (entre ellas, Clara Campoamor, Victoria Kent, Maria de Maeztu, Zenobia Camprubí...) |
Origen del Lyceum Club
Su
trayectoria se había iniciado a principios del siglo XX, en
Londres. El origen del Lyceum Club está estrechamente vinculado a la escritora
británica Constance Smedley-Atmfield (1881 - 1941),
su fundadora. En 1903,
Smedley se inscribió en el Writers' Club de Londres.
Allí entró por primera vez
en contacto con mujeres que desempeñaban un trabajo profesional remunerado,
pero que se encontraban abrumadas por un sinfín de problemas. Muchas vivían en
pensiones o en habitaciones realquiladas, muy precariamente. ¿Dónde reunirse
para sostener una entrevista, cerrar un negocio u obtener un contrato? Bastaba
con ser vista en cualquier local público en compañía masculina para que la
reputación de una mujer se pusiera en entredicho...
Constance Smedley, junto
con un grupo de amigas, recaudó fondos, habilitó una casa como sede, y escogió
el nombre, Lyceum, palabra que al parecer en aquellos momentos se usaba en
Nueva York para designar el lugar donde se celebraban conferencias y debates.
Para que las futuras socias pudieran agruparse según los intereses de cada una,
decidieron abrir en el club secciones estables de ciencia, arte, literatura,
música y cuestiones sociales, así como hospedar a socias visitantes. Por
último, el 20
de junio de 1904,
en el número 128 de Piccadilly St., se inauguró oficialmente el Lyceum Club de
Londres. En el discurso de apertura, lady Frances Balfour, su primera
presidenta, afirmó: «Hemos creado esta casa de la que nos sentimos orgullosas
porque es una casa hecha por mujeres, habitada por mujeres y dirigida por
mujeres». Al reseñar el acto, la prensa londinense mencionaba, entre otras, las
adhesiones de Mrs. G. K. Chesterton, Mrs. G. B. Shaw y, dato curioso para
nosotros, de doña Emilia Pardo Bazán.
Por
otro lado, la creación del Lyceum Club coincidía en Europa con una de las fases
expansivas del movimiento sufragista y feminista. En poco tiempo, el Lyceum
Club se hizo internacional: Constante Smedley misma inauguró en Berlín, en 1905, el segundo Lyceum
Club; en 1906, se fundó
el tercero en París; en 1913,
en Bruselas; en 1914,
en Nueva York; y así sucesivamente en Roma, Estocolmo, Milán, Florencia, La
Haya, Innsbruck, Madrid,
Barcelona, La Habana, etc. Ya desde 1908, Smedley y el grupo fundador estructuraron las relaciones
internacionales de los Lyceum Club a través de una federación internacional,
que reunía a todos los centros femeninos con esa denominación. Para respetar
las creencias y opiniones de cada socia, el Lyceum Club se declaraba
aconfesional y apolítico. La admisión como socia estaba restringida a mujeres
que tuvieran en su activo trabajos literarios, artísticos o científicos, se
distinguieran por su participación en obras sociales, o poseyeran títulos
académicos.
El espiritu del Lyceum Club en España
En
Madrid, se celebró la asamblea constituyente del Lyceum Club Femenino en abril
de 1926, en la calle de Miguel Ángel, 8, bajo la presidencia
de María de Maeztu. En esta
primera sesión se registraron ciento quince socias y se aprobaron los estatutos
de Londres. Una comisión se encargó de buscar un local para el club; otra, de
la traducción y la publicación del reglamento internacional, y todas las
socias, en general, de recaudar fondos. Por fin, el 4 de
noviembre de 1926
se inauguró en Madrid la primera sede del Lyceum Club, en la Casa de las Siete Chimeneas, de la calle de las Infantas, 31 (posteriormente, en
la calle de San Marcos, 44).
Si bien los cargos fueron renovándose, la primera junta estuvo formada por
María de Maeztu, como presidenta; Victoria
Kent e Isabel Oyárzabal, vicepresidentas; Amalia Galarraga, tesorera;
Zenobia Camprubí, secretaria; y Helen Phipps, vicesecretaria. De la sección de
literatura y de la biblioteca, se ocuparon respectivamente María Lejárraga y María
Martos; de la sección de arte, Carmen Baroja; de la de ciencias, María Luisa
Navarro; y de las relaciones internacionales, también Camprubí.
Los
objetivos generales del Lyceum Club eran: defender los intereses morales y
materiales de la mujer, desarrollando las iniciativas económicas, científicas y
artísticas; fomentar el espíritu colectivo, facilitando así el intercambio de
ideas y la compenetración de sentimientos; organizar obras de carácter social y
celebrar sesiones, conferencias...
Aunque
en España la recepción del Lyceum Club fue mayoritariamente adversa, en 1927 casi se había
quintuplicado el número de socias. Entre las incesantes actividades que
desarrolló el Lyceum Club de Madrid acaso quepa destacar una de las menos
conocidas, por su carácter interno: los cursillos y seminarios de derecho que
impartieron las abogadas Victoria Kent, Matilde Huici y Clara Campoamor. Al
aproximarse al derecho, las mujeres cobraron conciencia colectiva de sí mismas:
descubrieron su situación en los códigos civil y penal, organizaron comisiones
para estudiar y redactar reformas, y elevaron públicamente sus peticiones al
gobierno. Por ejemplo: Supresión del artículo 57 del Código Civil: «El marido
debe proteger a la mujer y ésta obedecer al marido», sustituyéndolo por este
otro: «El marido y la mujer se deben protección y consideraciones mutuas».
Supresión
del artículo 438 del Código Penal: «El marido que sorprendiendo en adulterio a
su mujer matase en el acto a ésta o al adúltero, o les causara lesiones graves,
será castigado con la pena de destierro» (sic).
Durante
la Segunda República se aprobaron, no sin polémica, algunas de aquellas
exigencias. Tal vez uno de los éxitos más resonantes del Lyceum fuera las conferencias
y charlas, abiertas al público masculino y a los periodistas, previa
invitación. Como relata Carmen Baroja en Recuerdos de una mujer de la
generación del 98, sus memorias: «Todos se pirraban por el Lyceum. No hubo
intelectual, médico o artista que no diera una [conferencia]; menos Benavente,
que dijo que no quería hablar a tontas y a locas». En los años de la República,
con el reconocimiento del derecho femenino al voto, se recrudeció la oposición
conservadora contra el Lyceum Club.
Para
terminar, citaremos nuevamente a Carmen Baroja: «Durante la
guerra, en el Lyceum había quedado todo intacto, no faltaba ni una cucharilla.
Vinieron los nacionales y el señor, creo que Serrano Suñer, obligó a entregar
todo a una delegada de Falange». Efectivamente, en [1939]], el Lyceum Club de
Madrid fue «clausurado por causas políticas».
(fuente: HURTADO, Amparo: Lyceum club Femenino, en Enciclopedia Madrid S.XX)
Jose Antonio Marina: La conspiración de las lectoras, Anagrama, 2009.