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martes, 14 de abril de 2015

Efemérides: 14 de abril muere Simone de Beauvoir

Si la mayoría de quienes se dedican al pensamiento en general y a la literatura en particular son hombres, pues seguimos estando en una sociedad patriarcal, pocos, muy pocos tienen el peso y la importancia que llegó a adquirir Simone de Beauvoir (9 de enero de 1908 - 14 de abril de 1986); la mejor representante del feminismo en el siglo XX rechazó la superstición católica a los 14 años y se declaró atea; abriría desde entonces su camino hacia una vida plena de sentido, tanto en lo que respecta a la lucha por la liberación de la mujer como por la conquista de otra sociedad en la que eso se pudiese dar. La importancia de Simone de Beauvoir hoy es de tal magnitud que nadie, con un mínimo conocimiento e interés social, se atreve a ignorar. 


Entre sus libros destacan La invitada, novela en la que describe su relación con Sartre; está  impregnada de pensamiento filosófico entorno al tiempo y a las relaciones humanas.

Con Los mandarines, Premio Goncourt, recorre las formas de entendimiento entre Sartre, el círculo de amigos y ella misma. En La vejez mira a las gentes productivas que en ese periodo de la vida se ven tratadas por los capitalistas como deshechos humanos. En El segundo sexo, su obra conocida en todo el mundo, indaga en lo que significa ser mujer, su identidad, su proceso histórico, la concepción que la somete, estado en el que vive y qué debe hacer para liberarse, la conquista de la igualdad y los derechos que la particularizan. No deja ni un solo asunto sin tratar de los que han situado a la mujer en la baja consideración social frente al hombre. El segundo sexo es un compendio de todos los saberes científicos, históricos, sociales, políticos y sexuales sobre la condición social de la mujer. El segundo sexo ha sido el pilar fundador del feminismo contemporáneo.





El machismo imperante en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX consideraba que El segundo sexo era un subproducto del pensamiento filosófico existencialista de Sartre. Por la misma causa debido a los temas que trataba, el género y el sexo, los machistas negaron su entrada en el campo de la filosofía; ¿habría tenido mejor consideración si lo hubiese escrito un hombre?, seguro que sí. Los mantenedores del orden de la división social por clases, géneros, razas, edades, se pusieron en guardia por la denuncia que hacía del patriarcado, y se fotografiaron declarando que el libro de Simone de Beauvoir era una indecencia sexual. Simone de Beauvoir terminó con las generalidades y los discursos de éstos. Como ocurre con otras pocas obras del conocimiento humano, El segundo sexo es el libro desde el que se puede ver la historia de la mujer antes y después de él. Tomo de El segundo sexo dos citas, la primera de Balzac, escritor burgués y machista que no pudo hablar más claro: La mujer casada es una esclava a quien hay que saber sentar sobre su trono. Y aquí la segunda cita, ésta en sentido completamente contrario, de Engels: La mujer no podrá ser emancipada si no toma parte de manera social en la producción y sólo vuelve a ser reclamada en medida insignificante por el trabajo doméstico. Y esto no ha sido posible más que en la gran industria moderna que admite en gran escala el trabajo de la mujer, y lo exige formalmente.


Simone de Beauvoir no se quedó en la lucha feminista, pues consideraba que la liberación de la mujer se traería con el cambio de sociedad, no la reforma de ésta, sabía que su lucha era un objetivo político revolucionario y se unió a las movilizaciones que tenían ese mismo objetivo.
En la denuncia de la situación de la mujer ponía por delante la gran importancia que acarreaba la responsabilidad personal de cada mujer, de ahí que en su libro de relatos La mujer rota, situándose en la conciencia de la mujer dependiente, asimilada, nos pone en el estado anímico a que es conducida bajo el rol de esposa y madre, a su vacío ideológico, y nos hace dar los pasos que la ponen al servicio del hombre y la hacen actuar contra ella misma.




En el primero de los relatos, La edad de la discreción, entra de manera simbólica diciendo: ¿Mi reloj está parado? No. Pero las agujas dan la sensación de girar” y tras recorrer los conflictos de dependencia (ese reloj cuyas agujas dan la sensación de girar pero no avanzan, esas grúas, dirá otra vez, que giran sobre sí mismas) dependencia con respecto al marido y al hijo que genera su jubilación. Siendo una mujer intelectual repite el trabajo ya hecho, y se ve cuestionada en su actitud, para reflexionar finalmente sobre sus miedos y sopesar su retorno a la actividad bajo interrogantes. Hasta llegar a ese momento nos muestra las costumbres, ocultadoras de las diferencias, nos muestra cómo el hábito se niega a valorarlas, aunque es capaz de sacar conclusiones del encuentro con la situación de las mujeres ancianas, empobrecidas y menospreciadas, también localiza en su conciencia el choque que le produce la reflexión sobre la pérdida de la sexualidad y lo que se lleva consigo de comprensión de los otros, pero le cuesta un desgaste enorme el conflicto que ocasiona la disolución del dominio sobre el hijo y ver que es otra mujer la que ocupa su lugar y repite el molde que ella ansía.



En el segundo de los relatos, Monólogo, se sitúa en la conciencia de una mujer que nos muestra el sentimiento de fracaso que le deja el proyecto familiar tradicional ahora hundido, y su reclamación de aquello que la ha sojuzgado para seguir siendo igual que ha sido antes de la separación: ¡Mierda! Quiero que se me respete quiero mi marido mi hijo mi hogar como todo el mundo. Su discurso es una espiral que va creciendo con su deseo de exposición como mujer objeto ante los demás, su egocentrismo, su disposición plena para ser ama de casa y útil sexual, la determinación de hacer de su hija lo que han hecho de ella, la acaparación de los hijos, del marido, la entrega, No tengo vicios no bebo no me drogo y has reconocido que era la más devota de las madres ¿Entonces?, y ante la imposibilidad de hacer que la vida vuelva atrás, se envuelve con el deseo inútil del premio y el castigo divinos, el primero a ella, y el segundo al resto.

El tercer relato, La mujer rota, adopta forma de diario para mostrarnos la vida de una mujer entregada a la recuperación del marido que mantiene relaciones con otra. Ella, que parece dominar cierto grado de raciocinio e interés solidario por las jóvenes abandonadas, va perdiendo ese tinte poco a poco, esa apariencia. Desde la tranquilidad de los momentos anteriores a saber lo que ocurre en su matrimonio, cuando la casa queda vacía por la marcha de las hijas, declara: Esta es una de las razones (la principal) por las cuales no tengo ningunas ganas de atarme a una tarea: difícilmente soportaría no estar totalmente a disposición de quienes me necesitan.


Y vendrán tiempos peores. Ella misma se detendrá en los cambios que se han venido produciendo en la pareja para descubrir lo impensable y no admitir lo irreversible, inventando, rebajando, condicionando, degradándose más y más; entonces aquel proyecto primero de entrega al resto queda como un cascarón, no había nada dentro porque todo en la vida era costumbre, servilismo, y no independencia, ni participación laboral, ni generación de futuro por la conciencia como mujer; pero si la conversión en mujer objeto es un fracaso en sí mismo y deja ver cómo el pasado ha destruido su vida, el deslumbramiento que produce en ella verse en un nuevo estado hace que viva el terror más profundo ante un futuro imprevisible: … sé que me moveré. La puerta se abrirá lentamente y veré lo que hay detrás. Es el porvenir. La puerta del porvenir va a abrirse. Lentamente. Implacablemente. Estoy en el umbral. No hay más que ésta puerta y lo que acecha detrás. Tengo miedo. Y no puedo llamar a nadie en mi auxilio. Tengo miedo.
Simone de Beauvoir generadora de pensamiento, de visión de género y social, de batallas a ganar.

 (Fuente: Rebelion.org)