Mami, de mayor quiero ser como Amy Farrah Fowler
¡Yeah! Así con estas palabras tan bonitas me
sorprendió mi hija una noche. E instantáneamente me llené de orgullo y
satisfacción de madre.
Todavía no sé muy bien porqué mis hijas de 8 y
5 años son fans de The Big Bang Theory.
La siguen con interés, aunque muchas veces no entienden el humor y su personaje
favorito es Sheldon Cooper. Pero como feminista y madre, prefiero que miren
esta serie a según qué novelas pastelonas de Disney Channel…
Cartel primera temporada |
En las tres primeras temporadas de la serie
Penny fue la única protagonista. Su rol era el de una chica tonta de pueblo que
servía como interés sexual para el protagonista… Se daba así lo que Katha Pollitt definió como
el Principio de Pitufina. La poeta y ensanyista escribió un artículo en
el New York Times en 1991 en el que explicaba: “Los espectáculos contemporáneos
son protagonizados esencialmente sólo por hombres, como 'Garfield',
o se organizan en lo que yo llamo el Principio de Pitufina: un grupo de amigos
masculinos será acentuado por una mujer solitaria, definida de manera
estereotipada”.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el
feminismo y las niñas? ¡Pues mucho! La serie aparte de visibilizar la diversidad
cultural, religiosa, racial y reivindicar la ciencia, ha encumbrado a unos
personajes que hasta hace pocos años habían sido el hazmerreír en las pelis de
adolescentes, y el blanco de todas las bromas en los institutos: los nerds y
los freakes.
Estos antihéroes no son guapos, ni atléticos,
ni estilosos. Son maniáticos, apasionados por la ciencia, jugadores compulsivos
de juegos de rol y con pocas habilidades sociales. Representan a un sector de
la población masculina tradicionalmente marginada por no cumplir con los
estándares que el patriarcado ha predispuesto para los hombres.
Amy Farrah Fowler |
Así era la serie, pero en el último capítulo
de la tercera temporada aparece Amy Farrah Fowler, un nuevo personaje femenino,
Amy no es una chica florero, es neurobióloga, una científica, que puede
relacionarse en condición de iguales con los chicos de la serie. Igual de
inteligente, igual de rarita, vendría a ser la homónima de Sheldon Cooper para
las chicas. Y las mujeres que se iran incorporando a la serie compartiran muchas de
estas cualidades, no son guapas, ni estilosas pero son inteligentes, han
estudiado y se han especializado en campos científicos en los que faltan
referentes para las niñas.
Más
adelante se incorporará Bernadette, compañera de Penny en el trabajo, pero que
estudia microbiología, y que finalmente entrara a trabajar en los laboratorios
de una farmacéutica. Y la última chica que se incorpora a la serie Emily es
dermatóloga. Aunque todas ellas se incorporan como “la novia de”, la verdad es
que consiguen igualar talento y rarezas con los chicos.
¿Y por qué considero un éxito que mi hija
quiera ser como Amy Farrah Fowler? Pues de entrada porque no ha sucumbido al
poder de los cánones estéticos. Podría querer emular a Penny, que es rubia y
guapa y triunfa entre los hombres. Pero en lugar de eso se ha interesado por
Amy, que no es guapa, ni estilosa, que es igual de rara que Sheldon, pero que es
científica, y de vez en cuando aparece trabajando en su laboratorio, rodeada de
instrumental y ordenadores y con bata blanca. Si quiere ser como Amy es porque
quiere ser científica, porque Amy se ha convertido en un referente, un ejemplo
de lo que ella podría convertirse de mayor.
No contenta con esto, ricé un poco más el
rizo, y le hable de la actriz que interpreta a Amy Farrah Fowler, Mayim Chaya
Bialik que además de actriz es doctora en neurociencia. Lo cual incrementó más
la admiración de mi hija por Amy/Mayim: “¿puedes ser científica y otra cosa
más?... Yes, you can!
Creo que es importante empoderar a las niñas,
no marcarles límites, al contrario mostrarles el abanico de posibilidades que
tienen, a lo que pueden aspirar. Cuando lo comparo con la información que recibía
de mi familia, de la escuela, de la sociedad a su edad me doy cuenta de cuan
castradora fue. Inconscientemente, y seguramente sin mala intención, me
inculcaron unos prejuicios y unos estereotipos de género de los que todavía hoy
estoy intentando deshacerme. Muchas veces me pregunto cómo habría sido mi vida,
si en lugar de haber recibido una educación tradicional basada en los caminos
que el patriarcado habida concebido para las mujeres, me hubieran dicho que podía
conseguir lo que quisiera si me lo propia, me hubieran mostrado mujeres
científicas, chefs, artistas, escritoras… referentes a las que imitar. Así
pues, si he llegado al feminismo es por mi cuenta, escuchando solamente lo que
mi conciencia y mi cuerpo me pedía. Y ahora tengo la oportunidad de plantar la
semilla en mis hijas, dándoles referentes, hablándoles de mujeres que viajan al
espacio, que luchan por los derechos civiles, que viven su sexualidad
libremente, que toman las riendas de su vida según sus propias inquietudes, libres
de las cadenas del patriarcado y feministas desde la cuna.
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