viernes, 4 de mayo de 2018

Mami, de mayor quiero ser como Amy Farrah Fowler

Mami, de mayor quiero ser como Amy Farrah Fowler

¡Yeah! Así con estas palabras tan bonitas me sorprendió mi hija una noche. E instantáneamente me llené de orgullo y satisfacción de madre.

Todavía no sé muy bien porqué mis hijas de 8 y 5 años son fans de The Big Bang Theory. La siguen con interés, aunque muchas veces no entienden el humor y su personaje favorito es Sheldon Cooper. Pero como feminista y madre, prefiero que miren esta serie a según qué novelas pastelonas de Disney Channel…

Cartel primera temporada

En las tres primeras temporadas de la serie Penny fue la única protagonista. Su rol era el de una chica tonta de pueblo que servía como interés sexual para el protagonista…  Se daba así lo que Katha Pollitt definió como el Principio de Pitufina.  La poeta y ensanyista escribió un artículo en el New York Times en 1991 en el que explicaba: “Los espectáculos contemporáneos son protagonizados esencialmente sólo por hombres, como 'Garfield', o se organizan en lo que yo llamo el Principio de Pitufina: un grupo de amigos masculinos será acentuado por una mujer solitaria, definida de manera estereotipada”.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el feminismo y las niñas? ¡Pues mucho! La serie aparte de visibilizar la diversidad cultural, religiosa, racial y reivindicar la ciencia, ha encumbrado a unos personajes que hasta hace pocos años habían sido el hazmerreír en las pelis de adolescentes, y el blanco de todas las bromas en los institutos: los nerds y los freakes.

Estos antihéroes no son guapos, ni atléticos, ni estilosos. Son maniáticos, apasionados por la ciencia, jugadores compulsivos de juegos de rol y con pocas habilidades sociales. Representan a un sector de la población masculina tradicionalmente marginada por no cumplir con los estándares que el patriarcado ha predispuesto para los hombres.

Amy Farrah Fowler
Así era la serie, pero en el último capítulo de la tercera temporada aparece Amy Farrah Fowler, un nuevo personaje femenino, Amy no es una chica florero, es neurobióloga, una científica, que puede relacionarse en condición de iguales con los chicos de la serie. Igual de inteligente, igual de rarita, vendría a ser la homónima de Sheldon Cooper para las chicas. Y las mujeres que se iran  incorporando a la serie compartiran muchas de estas cualidades, no son guapas, ni estilosas pero son inteligentes, han estudiado y se han especializado en campos científicos en los que faltan referentes para las niñas.

 Más adelante se incorporará Bernadette, compañera de Penny en el trabajo, pero que estudia microbiología, y que finalmente entrara a trabajar en los laboratorios de una farmacéutica. Y la última chica que se incorpora a la serie Emily es dermatóloga. Aunque todas ellas se incorporan como “la novia de”, la verdad es que consiguen igualar talento y rarezas con los chicos.



¿Y por qué considero un éxito que mi hija quiera ser como Amy Farrah Fowler? Pues de entrada porque no ha sucumbido al poder de los cánones estéticos. Podría querer emular a Penny, que es rubia y guapa y triunfa entre los hombres. Pero en lugar de eso se ha interesado por Amy, que no es guapa, ni estilosa, que es igual de rara que Sheldon, pero que es científica, y de vez en cuando aparece trabajando en su laboratorio, rodeada de instrumental y ordenadores y con bata blanca. Si quiere ser como Amy es porque quiere ser científica, porque Amy se ha convertido en un referente, un ejemplo de lo que ella podría convertirse de mayor.

No contenta con esto, ricé un poco más el rizo, y le hable de la actriz que interpreta a Amy Farrah Fowler, Mayim Chaya Bialik que además de actriz es doctora en neurociencia. Lo cual incrementó más la admiración de mi hija por Amy/Mayim: “¿puedes ser científica y otra cosa más?... Yes, you can!



Creo que es importante empoderar a las niñas, no marcarles límites, al contrario mostrarles el abanico de posibilidades que tienen, a lo que pueden aspirar. Cuando lo comparo con la información que recibía de mi familia, de la escuela, de la sociedad a su edad me doy cuenta de cuan castradora fue. Inconscientemente, y seguramente sin mala intención, me inculcaron unos prejuicios y unos estereotipos de género de los que todavía hoy estoy intentando deshacerme. Muchas veces me pregunto cómo habría sido mi vida, si en lugar de haber recibido una educación tradicional basada en los caminos que el patriarcado habida concebido para las mujeres, me hubieran dicho que podía conseguir lo que quisiera si me lo propia, me hubieran mostrado mujeres científicas, chefs, artistas, escritoras… referentes a las que imitar. Así pues, si he llegado al feminismo es por mi cuenta, escuchando solamente lo que mi conciencia y mi cuerpo me pedía. Y ahora tengo la oportunidad de plantar la semilla en mis hijas, dándoles referentes, hablándoles de mujeres que viajan al espacio, que luchan por los derechos civiles, que viven su sexualidad libremente, que toman las riendas de su vida según sus propias inquietudes, libres de las cadenas del patriarcado y feministas desde la cuna.

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